Alegre y maternal, amanecer, lleno de ternura y de amor. Gracias te damos en este día —último de nuestro hermoso mes de mayo— porque hemos podido celebrar a nuestra madre santísima que nos llena de alegría.
Gracias, Madre, por tu protección y auxilio. Hemos tenido un mes con días hermosos llenos de satisfacciones también algunos días difíciles, pero que gracias a tu intercesión hemos podido superar; ha sido un mes bendecido en el amor del Señor por el regalo de nuestro papa León XIV, que nos ha llenado de alegría.
Ahora, recordamos con cariño que el 31 de mayo conmemoramos la visita que nuestra Madre hizo a su prima santa Isabel, la madre de Juan el Bautista. María visita a su prima Isabel para servirla. Al verla Isabel, llena de alegría, reconoce los grandes misterios en nuestra Madre santísima: ser madre de Dios, su fe, su entrega en la palabra y la santificación de Juan, quien salta de alegría en su vientre. Con humildad y gratitud ante la grandeza y bondad De Dios. María canta su magníficat: «mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador». Palabras hermosas y llenas de ternura porque nos muestran su sencillez para servir a su prima y enseñarnos que es de esta manera como tenemos que cumplir la voluntad del Padre celestial, amando y sirviendo.
Ahora nuestro corazón agradecido sale a vivir a servir a nuestros hermanos y ser compañía para los que están tristeza y soledad. Gracias, Madre de la bondad, de la ternura y del servicio por tu humildad y sencillez. Amén.
Un muy feliz y maternal fin de semana en el auxilio y la ternura de nuestra madre santísima.
LAS PALABRAS DE LOS PAPAS
«¡Bienaventurada tú, que has creído!» (Lc 1, 45). La primera bienaventuranza que se menciona en los evangelios está reservada a la Virgen María. Es proclamada bienaventurada por su actitud de total entrega a Dios y de plena adhesión a su voluntad, que se manifiesta con el «sí» pronunciado en el momento de la Anunciación. En el pasaje evangélico de hoy hemos escuchado la narración de la visita de la Madre de Dios a su anciana prima Isabel. San Lucas recuerda que María «fue aprisa» (cf. Lc 1, 39) a casa de Isabel. Esta prisa por ir a casa de su prima indica su voluntad de ayudarle durante el embarazo; pero, sobre todo, su deseo de compartir con ella la alegría por la llegada de los tiempos de la salvación. En la Visitación de María encontramos reflejadas las esperanzas y las expectativas de la gente humilde y temerosa de Dios, que esperaba la realización de las promesas proféticas. Llevó en su interior al Verbo divino, yendo a casa de su anciana prima que, a su vez, esperaba el nacimiento del Bautista. En este gesto de solidaridad humana, María testimonió la auténtica caridad que crece en nosotros cuando Cristo está presente. (Homilía de San Juan Pablo II en la Parroquia de San Bartolomé Apóstol, 21 de diciembre de 1997)