Al despertar y comenzar a oír el alegre trinar de los pajaritos que nos anuncian un nuevo día, te damos gracias por las riquezas más grandes que nos concedes: la vida, la familia, las amistades y sobremodo tu presencia.
Hoy nos das una hermosa lección de desprendimiento y valoración. En tu palabra nos hablas de lo necesario de las cosas pero que son pasajeras. Todos necesitamos las cosas imprescindibles para la vida, pero nuestra experiencia nos debe recordar tus palabras: ¡El acumular riqueza no da la felicidad! La alegría de vivir no depende de graneros llenos o de abultadas cuentas bancarias. La calidad de vida y su alegría dependen más bien de la medida de nuestro amor a Ti y a nuestros hermanos, y también de nuestro compartir generoso con los demás lo que el Padre celestial nos ha regalado. Así es cómo nos volvemos ricos a los ojos de Él. No permitas que la codicia y la avaricia nos cieguen de tal forma que acumulemos bienes que no necesitamos y cosas materiales que realmente no son importantes. Haznos generosos para compartir lo que tenemos con nuestros hermanos que pasan hambre, o viven en soledad, para así volvernos ricos a tus ojos. Gracias, Señor, por ayudarnos a reflexionar sobre el valor relativo de las cosas y riqueza que poseemos. Que podamos disfrutar de las cosas sencillas de la vida de cada día, que son regalos de Dios, y nos mantengamos siempre libres, tal como Tú nos has liberado. No permitas que nos dejemos esclavizar por nada ni por nadie.
Y compartamos unos con otros nuestra amistad, nuestras alegrías, nuestros bienes. Con corazón agradecido te damos gracias por lo mucho o poco que poseemos. Que nuestra mayor riqueza sean el amor, el cariño, la amistad, la fraternidad y la solidaridad. Amén.
Un muy feliz y bendecido Domingo compartiendo nuestra mayor riqueza: nuestra familia, la presencia del Señor y de María Santísima Nuestra Madre.
Meditación por el papa Francisco
En la Liturgia resuena la palabra provocadora de Eclesiastés: "vanidad de vanidades... todo es vanidad". Los jóvenes son particularmente sensibles al vacío de significado y de los valores que a menudo les rodean. Y lamentablemente pagan las consecuencias. Sin embargo, el encuentro con Jesús vivo, en su gran familia que es la Iglesia, llena el corazón de alegría, porque lo llevan de verdadera vida, de un bien profundo, que no pasa y no se marchita: lo hemos visto sobre los rostros de los jóvenes en Río.
Pero esta experiencia debe afrontar la vanidad cotidiana, el veneno del vacío que se insinúa en nuestras sociedades basadas en el beneficio y en el haber, que engañan a los jóvenes con el consumismo. El Evangelio de este domingo nos llama la atención precisamente sobre lo absurdo de basar la propia felicidad en el haber. El rico se dice a sí mismo: "Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, como, bebe y date buena vida". Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?". Queridos hermanos y hermanas la verdadera riqueza es el amor de Dios, compartido con los hermanos. Ese amor que viene de Dios y hace que lo compartamos y nos ayudamos entre nosotros. Quién experimenta esto no teme a la muerte, y recibe la paz del corazón. Confiamos esta intención, esta intención de recibir el amor de Dios y compartirlo con los hermanos, a la intercesión de la Virgen María. (Ángelus de S.S. Francisco, 4 de agosto de 2013).