Alegre y bendecida mañana la que nos regalas en este inicio de semana. Alegre para poder llenar nuestros corazones de optimismo, de alegría y de confianza en ti porque sabemos que gozaremos de tu grata compañía, que nos fortalecerá en todo momento y nos ayudarás para que nuestras obras sean manifestación de tu amor.
Hoy en tu palabra nos recuerdas tu momento de despedida en la última cena, donde les dejaste a tus discípulos los elementos fundamentales que han de estar presentes en su vida (y en la de nosotros como seguidores tuyos). Recalcas una vez más la primacía del amor y cómo ha de ser el amor que esperas de tus discípulos. En primer lugar, aceptar tus preceptos y ponerlos en práctica. La obediencia será prueba del amor. El amor es exigencia y nace de aceptar tu mensaje para después hacerlo vida.
Danos la fuerza de tu Espíritu para poder amar sin medida, servir con generosidad y obedecer incondicionalmente tus mandatos, para que la promesa que hoy nos haces, sea manifestación de tu amor en el Espíritu Santo. Bendícenos en tu amor y que Nuestra Madre nos siga protegiendo. Amén.
Un muy feliz y santo inicio de día y una muy feliz, santa y optimista semana.
Meditación del Papa
Meditad la Palabra de Dios. Descubrid el interés y la actualidad del Evangelio. Orad. La oración, los sacramentos, son los medios seguros y eficaces para ser cristianos y vivir "arraigados y edificados en Cristo, afianzados en la fe". El Año de la fe será una ocasión para descubrir el tesoro de la fe recibida en el bautismo. Podéis profundizar en su contenido estudiando el Catecismo, para que vuestra fe sea viva y vivida. Entonces os haréis testigos del amor de Cristo para los demás. En él, todos los hombres son nuestros hermanos. La fraternidad universal inaugurada por él en la cruz reviste de una luz resplandeciente y exigente la revolución del amor. "Amaos unos a otros como yo os he amado". En esto reside el testamento de Jesús y el signo del cristiano. Aquí está la verdadera revolución del amor. Por tanto, Cristo os invita a hacer como Él, a acoger sin reservas al otro, aunque pertenezca a otra cultura, religión o país. Hacerle sitio, respetarlo, ser bueno con él, nos hace siempre más ricos en humanidad y fuertes en la paz del Señor. (Benedicto XVI, 15 de septiembre de 2012).