Visita Papa Pablo VI

Entre el 22 y el 24 de agosto de 1968, Colombia vivió uno de los acontecimientos más memorables de su historia religiosa: la visita del papa Pablo VI, primer pontífice en pisar tierra americana. A su llegada al aeropuerto El Dorado, fue recibido por el presidente Carlos Lleras Restrepo, el cardenal Luis Concha Córdoba, autoridades civiles y eclesiales, y una multitud que lo acompañó hasta la catedral primada. Allí, tras besar el suelo colombiano, expresó la emoción de llegar a “esta nobilísima tierra, a este cristiano continente” (Saavedra, 2020).

Durante su visita, Pablo VI celebró cinco eucaristías en Bogotá. Una de las más significativas tuvo lugar en Mosquera, donde se reunió con campesinos de todo el continente y habló de la opción evangélica por los pobres (Seminario Mayor de Bogotá, 2018). En el Parque Simón Bolívar, en el recién construido Templete Eucarístico, presidió ordenaciones sacerdotales y bendijo matrimonios. También visitó el barrio Venecia, al sur de la capital, donde celebró misa en la parroquia Santa Cecilia, dio la Primera Comunión a niños del sector, compartió un desayuno con sus familias y visitó enfermos (Seminario Mayor de Bogotá, 2018).
El acontecimiento central de su estadía fue la inauguración de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM), que pocos días después sesionaría en Medellín y marcaría un rumbo renovador para la Iglesia en el continente. Allí se reflexionó sobre “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II”, con repercusiones que aún siguen vigentes (Mantilla Ruiz, 2017).
El motivo de su visita fue el 39° Congreso Eucarístico Internacional, celebrado bajo el lema “Vínculo de amor”, que movilizó a la arquidiócesis de Bogotá en un esfuerzo sin precedentes para renovar la fe y actualizar la vida eclesial según las enseñanzas del Concilio Vaticano II (Mantilla Ruiz, 2017).
El 24 de agosto, antes de partir, Pablo VI se despidió conmovido: “¡No te decimos adiós, Colombia, porque te llevamos más que nunca en el corazón!”. Sus palabras y gestos quedaron grabados en la memoria del pueblo colombiano y marcaron un antes y un después en la historia de la Iglesia latinoamericana.