¿Cuántos de nosotros nos hemos visto en una situación tan desesperada como la del profeta Jeremías, quien estuvo a punto de morir por su fidelidad a la Palabra de Dios? (Primera lectura: Jeremías 38, 4-6, 8-10).
Con razón, nos advierte Jesús en el Evangelio de hoy: “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!” (Lucas 12, 49 – 53). Se trata del fuego del amor en una sociedad que prefiere el egoísmo, del fuego de la verdad en una sociedad de la mentira, del fuego de la paz en una sociedad de la intolerancia y del ánimo vengativo, del fuego de la justicia en una sociedad de grandes injusticias, del fuego de la fidelidad en una sociedad que favorece las infidelidades, del fuego del sacrificio en una sociedad que elige solo lo que produce placer y comodidad.
La segunda lectura, tomada de la Carta a los Hebreos (12, 1 – 4), nos invita a no desfallecer: “no se cansen ni pierdan el ánimo”. Y nos da la clave: “fijen sus ojos en Jesús”. Él es nuestra fortaleza, nuestra esperanza.
Ánimo, pues. Sigamos en la carrera que nos toca, con alegría y perseverancia.
Monseñor Álvaro Vidales.
